¿Herencia o ambiente? ¿Innato o adquirido? Son los eternos debates que han existido y que siguen existiendo en la actualidad. ¿Uno nace o se hace líder? Quizás las dos partes tengan sentido y sea un cómputo de ambas corrientes, debemos tener determinadas predisposiciones que faciliten que un entorno favorable las potencie y desarrolle. Pero quizás todo esto se podría venir abajo si atendemos a las características de personalidad que imperan en cada uno de nosotros. Aún disponiendo de estos caracteres predeterminados, de un ambiente favorable, no se desencadena la decisión de ser líderes de un grupo, de saber guiar a nuestros iguales ya que también tiene un peso importante qué queremos conseguir y hacía dónde nos dirigimos. Quizás sea la confluencia de determinadas variables y factores los que hagan que nos decidamos por ser líderes, aunque es cierto que el verdadero líder no es aquel que se impone o que quiere serlo sino el que, sin pensarlo ni quererlo, actúa como un líder. Por tanto, estamos hablando de características de personalidad y de un ambiente favorable como factores determinantes de la posición de líder.
En línea con lo que dice Seth Godin en su libro “Tribus” tenemos que perder ese miedo a la crítica, a ser señalados con el dedo ya que el fracaso es fracaso cuando no se realiza nada por cambiar la situación, por cambiar nuestro entorno más próximo y tener repercusión en un entorno más distante. Porque las cosas cambian en la medida que nosotros actuamos sobre ellas y las moldeamos y definimos, en la medida que actuamos y manifestamos determinados comportamientos y conductas. ¿Qué hace que nos lleguemos a identificar con determinadas personas, patrones, formas de pensamiento? ¿Qué le hace a un líder ser líder? ¿Él mismo o sus seguidores?
